Tierra Santa

Después de la muerte del Papa san Dámaso, en el año 385 san Jerónimo dejó Roma y emprendió una peregrinación, primero a Tierra Santa, testigo silenciosa de la vida terrena de Cristo, y después a Egipto, tierra elegida por muchos monjes (cf. Contra Rufinum 3, 22; Ep 108, 6-14).

Después del viaje a Egipto, en el año 386 Jerónimo, Paula (viuda, su hija espiritual) y su comitiva (Eustoquio, hija de Paula, y una comitiva de futuros monjes y monjas) se detuvieron en Belén, donde, gracias a la generosidad de Paula, se construyeron un monasterio masculino, uno femenino, y una hospedería para los peregrinos que llegaban a Tierra Santa, “pensando en que María y José no habían encontrado un lugar donde alojarse” (Ep 108, 14). En Belén, donde se quedó hasta su muerte, Jerónimo siguió desarrollando una intensa actividad: comentó la palabra de Dios; defendió la fe, oponiéndose con vigor a varias herejías; exhortó a los monjes a la perfección; enseñó cultura clásica y cristiana a jóvenes alumnos; acogió con espíritu pastoral a los peregrinos que visitaban Tierra Santa. Falleció en su celda, junto a la gruta de la Natividad, el 30 de septiembre del año 419/420.
San Jerónimo nos ha dejado también una enseñanza rica y variada sobre el ascetismo cristiano. Recuerda que un compromiso valiente por la perfección requiere vigilancia constante, frecuentes mortificaciones, aunque con moderación y prudencia, trabajo intelectual o manual asiduo para evitar el ocio (cf. Epp. 125, 11 y 130, 15), y sobre todo obediencia a Dios: “No hay nada que agrade tanto a Dios como la obediencia (…), que es la más excelsa de las virtudes” (Hom. de oboedientia: CCL 78, 552).
En el camino ascético pueden entrar también las peregrinaciones. En particular, san Jerónimo impulsó las peregrinaciones a Tierra Santa, donde los peregrinos eran acogidos y alojados en edificios surgidos junto al monasterio de Belén (Benedicto XVI, http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/audiences/2007/documents/hf_ben-xvi_aud_20071114.html).

Los monasterios jerónimos de Belén desaparecieron en algún momento entre la muerte de san Jerónimo (419/420) y las invasiones musulmanas (siglo VII), y fueron unos ermitaños en Castilla en el siglo XIV quienes se sintieron llamados por el Espíritu a revivir el carisma de San Jerónimo en la Península Ibérica, cantando las alabanzas a Dios y dedicados al estudio bíblico.

Por todo lo dicho, Tierra Santa es parte esencial del carisma de la Orden de San Jerónimo. Allí, Jerónimo y Paula fundaron sus monasterios, en Belén; allí cantaban las alabanzas a Dios, estudiaban la Biblia y oraban con ella, defendían la fe apostólica, acogían a los peregrinos en su hospedería y animaban a todos a que viajasen allí, porque en la Escritura y en los lugares en que nació, vivió, murió y resucitó Jesús se busca el rostro de Dios.
Desde nuestro pequeño y humilde monasterio en la diócesis de Urgell, nos sentimos íntimamente conectadas en el corazón a Tierra Santa: la tierra de nuestro Señor Jesucristo y el lugar de nacimiento de la Orden Jerónima.
Por eso, nos gustaría animar a todos, como Jerónimo, a peregrinar a Tierra Santa.
Hacer una peregrinación a Tierra Santa significa ponerse en camino y hacer del viaje físico un “camino del alma” …

… y caminar sobre esta tierra con el corazón, el alma y la mente en escucha para llegar a un encuentro: el peregrino viene en actitud de conversión al Señor.
En la antigüedad, la peregrinación, especialmente en Tierra Santa, tenía un carácter penitencial, debido en gran parte a las dificultades que tal ejercicio comportaba: problemas políticos, incomodidad, viajes difíciles. Los peregrinos estaban animados por una fuerte fe religiosa y estaban preparados para la muerte que, muchas veces, los sucedía durante el camino.
Hoy, con las comodidades y facilidades que dan los modernos medios de transporte, con los hoteles de lujo, etc., ha desaparecido en parte el aspecto exterior de tal penitencia ya menudo la peregrinación, incluso en aquellos que la hacen por motivos estrictamente religiosos, puede convertirse en un viaje turístico.
Ser peregrino no es fácil: debe meterse ante todo por caminos que el Señor le indicará para llegar hasta Él. Lo esencial de la peregrinación a Tierra Santa es la decisión interior de responder a la llamada del Espíritu de manera personal, como discípulos de Jesús. La peregrinación es, pues, un camino de conversión: en ella, el peregrino calca la experiencia del hijo pródigo, quien conoce el pecado, la dureza de la prueba y de la penitencia, el sacrificio del viaje, pero conoce también la alegría del abrazo del Padre rico en misericordia que lo reconduce de la muerte a la vida (cf. Lc 15, 24; https://www.custodia.org/es/por-que-hacer-una-peregrinacion).

La orden de San Jerónimo nació en Belén: San Jerónimo y Santa Paula fundaron 2 monasterios y una hospedería para peregrinos en la ciudad donde nació Jesús. Allí, estudiaban la Biblia para encontrar Jesucristo, atendían peregrinos y alentaban las peregrinaciones: porque seguir las huellas de Jesús es también manera de buscar el rostro de Dios. Por eso nosotras, como bautizadas y como jerónimas, quisiéramos animaros a viajar a Tierra Santa y responder a las preguntas que podáis tener, hacer recomendaciones y ayudaros a peregrinar en la tierra de Jesús. Preguntadnos.

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